“Digamos que existen dos tipos de mentes poéticas:
una apta para inventar fábulas,
y otra dispuesta a creerlas”.
Galileo.
Hemos comenzado un nuevo semestre académico. Nuestro primer inicio de clases con la policía en la portería para proteger a un rector que habría cuadrado un plan pistola con paramilitares para asesinar estudiantes. Un inicio de semestre bajo el nuevo régimen disciplinario que castiga jugar pirinola o pegar carteles en los muros pero que no sanciona al rector que cuadra un “plan pistola”. Un semestre que no será muy diferente al anterior, durante el cual la policía, ante la complacencia de la directivas, agredió diariamente a estudiantes que exigían su retiro de la universidad. Como consecuencia de ello la universidad se evacuó en varias ocasiones y decenas de estudiantes fueron atendidos en el hospital.
Pero existen mentes que inventan fabulosas historias que pretenden ocultar la realidad y llevarnos a un mundo imaginario en donde directivas universitarias y la bota militar son el binomio que garantiza nuestros derechos. El “rector” dice ser un ciudadano honesto a pesar de hablar sobre planes pistola con paramilitares. El “honorable” concejo superior dice que la policía protege y garantiza los derechos de los estudiantes, además aprueba un reglamento disciplinario que garantiza los derechos de toda la comunidad universitaria, aunque convierte en falta jugar parqués, pegar carteles o hacer asambleas con sonido en la universidad; igualmente afirma que toda la comunidad universitaria apoya las medidas represivas implementadas y ahora sí se siente segura. El consejo académico se pronuncia a favor del rector que habla con los paramilitares y apoya todas las medidas represivas impuestas a la universidad. La administración, para “facilitar” las actividades de protesta estudiantil, cierra la universidad cada vez que los estudiantes convocan a una marcha para protestar contra la represión.
Aunque las mentes poéticas del rector, el general y los consejos superior y académico inventen fabulas acerca de la ciudadanía universitaria y de la protección de nuestros derechos por parte del ESMAD, no todos los estudiantes tenemos las mentes poéticas que crean tales fabulas. Tenemos presente que nuestra universidad la dirige un hombre nada honorable –por cierto, impuesto como rector por un exgobernador encarcelado por paramilitarismo- que se puso de acuerdo con un paramilitar para asesinar miembros de la comunidad universitaria. Que en las porterías de la universidad se ubican cuadrillas uniformadas para proteger al rector del plan pistola y lanzar bombas contra los gritos de protesta estudiantil, siendo valientes cuando entre varios golpean a un estudiante armado de ideas. Que los muros de concreto terminados en alambradas de púas son propios de cárceles o de campos de concentración, pero son extraños a las universidades. Que el conjunto de medidas represivas impuestas, incluyendo la apertura de procesos disciplinarios a estudiantes y trabajadores, tienen por finalidad proteger a los nada honorables directivos de la universidad y paralizar la protesta estudiantil frente al proyecto legislativo que busca debilitar aun más la educación superior pública.
Frente a tan infame realidad no faltarán los estudiantes llenos de dignidad que se negarán a presentar el carnet en la portería y al entrar en biblioteca, no faltará quien defienda su derecho a la libertad de expresión, plasmando la suya en un cartel o grafiti libertarios; quien proteste contra la presencia de la bota militar en la portería, y la paramilitar en la rectoría; quien juegue una partida de cartas en el burladero o utilice los baños o salones para echarse un polvo libertario a pesar de que el reglamento estudiantil sancione el uso “indebido” de las instalaciones de la universidad.
Frente a las fabulas de la administración universitaria la protesta y resistencia estudiantil es un imperativo ético. Ellos pueden invitar sus fabulas, pero que nosotros las creamos es otra cosa.
*por Emilio Lagos.
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